Transmutación del silencio




Puedo estar en la Biblioteca de Alejandría o descifrando el nombre del Mar Rojo,dejando incluso esta mano disecada en la pared desentrañar los misterios de la inspiración por musas cuyo canto oí en el huerto de lilas...
Por visiones telúricas sobre la consciencia del otro,por la sensibilidad que me ha sido dada, por el sable de los crepúsculos,por el yelmo de las auroras, por los dulces y amargos sabores de los libros, por los labios que cauteloso ignoré y por los que ahora atormentan mi paz...
Por mitos hallados en lo profundo de una rosa, por el cíclico paso de las estaciones, por dejar a mi sangre escribir poesía, por abrazar la Divina Gloria en el silencio, por la marcha que hacen almas abatidas, por los recuerdos y falsos olvidos, por el capullo que tardío se abrió en verano...
Por todos los esplendores que el escribir reúne,por el carnoso sabor de las frutas,por el dolor, el sufrir, la pena, la sed y el hambre, por el pensamiento de Nietzsche, Keats o Withman, por el viento entre los árboles, por el correr de todos los ríos, por el olor del campo y su virginidad...
Por la sensación de enamorarse y ser traicionado,por los dioses que hemos creado, por los niños, los hombres y las mujeres, por la belleza, el tiempo y el saber, por reunir en fallido intento el mundo en una palabra, por la noche, la luna y los demás astros, por el noble hecho de contrariar y aceptar...
Por la verdad, la mentira y el pudor a no eludirlas, por el alma, el espíritu, el corazón y las sombras,y por el océano, el cielo, la tierra que son infinitos cuerpos... Por todo lo que se entreteje y desteje en la vida, por las humanidades que acaso también escribieron estas líneas.
Créeme, todo ello resuelve una vida entera, un perfumado silencio de tocada soledad. Me bastaría recorrer otros seis años más para contemplar tu rostro y meditarlo eternamente.

(C) Wilson Pérez Uribe